volver

 






EL FUEGO Y EL HIELO
para Ana Luis Rébora

I

“Porque soy más que cuerpo”
hasta el sepulcro
cargo cenizas y carámbanos
de este país de lluvia.
Noruega ha sido un puente
cama de ángel ajena para mi antigua
esfinge
. Ahora soy
la espía
que entre puertas indaga
tu sombra
su autorretrato:
no un laberinto, un muelle
para cruzar la luz blanca del hielo
hacia el fuego marrón que hace la mano
como una despedida.

La muerte es otra historia de mujeres
reconvienen los monjes.
Imágenes a lápiz, paredes que hablan en amplias monotipias.
Puertas hacia la noche. El lago.

Puerta amarilla que oculta a la mujer atada cuando Ícaro
ángel negro
, también cae.
Se acercaron sin armas a ese beso final.
He aquí las consecuencias:
en el bosque es otoño.

“Noruega está mojada” (por el hielo).
“Huele a leña” (cenizas).
Más allá de ese cuerpo que no puede
cubrirse
con las manos
la soledad
desnuda
un “alma antigua”
la “eternidad”…

Y tal vez Dios entonces.

* El fuego y el hielo, Ana Luisa Rébora (Taller Ditoria, 2014)
NOTAS: Entre comillas, citas de Ana Luisa Rébora.
En itálicas, títulos de algunas monotipias de Ana Luisa Rébora.
En negritas, verso final del poema “El aro, el halo”, de Jorge Esquinca.

 

 

II

Tal vez
mirar de frente
nos hace precavidos.
Así como cada ojo es
único
lo que estampa
la mano
no será revelado.
Ni en la complicidad de otro
ojo. Entorpecido
por tratarse de sombras
veladuras
los músculos etéreos
que se aquietan y mueven
no con el parpadeo
sino con una lágrima.
Ojos que fueron puentes
y son islas
en rostros apartados
de sus ropas
de arena.
Asgo los minerales
que tus manos hicieron
y en su pozo dejo caer la luz
que nos iza uno al otro
en la espiral (algunos
le dirán Dios)
entonces.

III

Porque soy el dolor
dentro del cuerpo
de mis manos escapa
como la sal
del día
ese pan que en la noche multiplica sus dones
y nunca es suficiente.
Entre mis dedos se oculta Marianne Faithfull
y no me deja oírte.
Remuevo mis cabellos y son crines.
Viento huraño en los belfos.
Coz en la pulsación.
Todo el galope
soy
si me detiene el hielo. Toda
la llama oculta
que el camino alimenta.

Lo que escapa de mí
más allá de las sombras
no lo rescata nadie.
Su destino
es gitano y lo respeto.

Lo que puedes leer nada más son las huellas
que con el fuego fundo y en los hielos escondo.
Nada más el dolor
“porque soy más que cuerpo”.



 

Colección de pinturas de Ana Luisa Rébora

 

Cuando conocí a Ana Luisa era una adolescente.

 

Yo no sabía que pintaba, pero ahora me doy cuenta de que ya lo hacía. Luego que su hermano Roberto se fue a Italia dejé de verlos, pero siempre había un lazo muy fino que se encordaba entre nosotros.

 

Luego supe que Roberto había regresado porque vi que estaba editando unos libros pequeños, de un dieciseisavo, de varios autores.

 

De Ana Luisa sabía ahora sí que pintaba, que exponía, pero yo nunca iba a sus exposiciones. Hay protocolos que no logro cumplir, que no alcanzo a registrar debidamente.

 

Pero luego de encontrarme con Roberto, de manera sorpresiva, la mañana del jueves pasado en un café de Chapultepec, decidí ir a la presentación del libro El fuego y el hielo de Ana Luisa que hicieron esta noche.

 

La vi y me quedé sorprendido: Una mujer desenvuelta, jovial, alegre, que pinta la tristeza.

 

Una mujer que muestra lo que ve del mundo para que veamos que hay cosas en el mundo que uno no puede ver simplemente porque uno tiene prisa y va corriendo a todos lados siempre sin detenerse.

Al ver sus tintas observé dos cosas en ellas: Una, la soledad de Juan Rulfo; él en los campos mexicanos y ella y en los de Noruega, donde vive la mayor parte del tiempo (mientras no haya frío). Dos, la tristeza que da la obligación en las mujeres, y la alegría que solamente se manifiesta entre ellas, como puede uno ver reflejado en la película El Festín de Babette.

 

Pero también recordé las pinturas japonesas del sumi-e, hechas con una naturalidad que solamente da la destreza del uso del pincel y como dice sensei Seichiro solamente la práctica de una técnica te libera del peso de la rutina.

 

Algunas pinturas de Ana Luisa Rébora, ahora están contenidas en un libro hecho a mano por Taller Ditoria, presentado el día de hoy, pero su espíritu sigue libre como pude darme cuenta desde que la conocí.

 

Carlos Próspero

 



















fotos: Inés Palomar